San Ignacio de Loyola había dejado la espada y tomado la cruz y un día viajando por Tierra Santa se encontró con un moro.
Pronto se pusieron a platicar y terminaron siendo buenos compañeros de viaje.
Discutieron sobre teología y antes de que San Ignacio pudiera esbozar algo convincente a favor de Jesucristo llegaron a una bifurcación en el camino.
El Sarraceno se tocó el casco y siguió su camino, por un lado, San Ignacio tenía que ir por el lado contrario y para llegar a su destino y tomar un barco para encontrarse con sus amigos y seguir con el trabajo de Dios.
Fue entonces que se pregunto:¿para qué lado será? Se que si hubiera pasado cinco minutos más con ese hombre lo habría traído al camino del señor, ¿Hacía donde se supone que va? ¿Hacía donde voy?
¿Salvo un alma o voy a liderar a 100 soldados?, confundido, una idea cruzo por su cabeza y dijo:
-Ya sé. Tomare el camino que elija mi burro.
Desde entonces, demasiados burros han decidido por nosotros….
